martes, 6 de julio de 2010

mágico.

A veces te metes tanto en tu mundo que odias con todas tus ganas que algo por insignificante que sea te haga salir de ese mundo...de tu mundo. Cerrar de repente todas las ventanas que habías abierto, borrar en un segundo miles de horas imaginadas en tu cabeza, apartar todo lo que por una vez habías creído que era real, aunque solo fuera en tu cabeza. Desterrar tus pensamientos mágicos y llevarlos hacia la hoguera, quemarlos a la luz del sol y olvidar tu sueño.
Una pequeña piedra que desequilibra la balanza de lo humano y lo inhumano.



Otra vez más vuelves a inventarte tu historia, esa historia que deseas con ganas que sea tuya, que la puedas sentir, tocar y comprobar que no es un pensamiento más. Pero... aún no es tuya, por lo que solo puedes memorizar momentos irreales que se avivan en lo más profundo de ti.
Imaginas esa vida perfecta, sin ojos secos, sin miradas vacías, sin sorpresas desagradables, sin que el dolor del corazón llegue a marearte, sin que quieras caerte y nadie te acoja, sin reglas mal escritas, sin amores vagabundos, sin cementerios sin vidas, sin dineros que valgan, sin pobreza que exista. Lo imaginas una y otra vez, sientes por un momento la libertad de querer morir en paz, de querer morirte recordando ese mundo imaginario, viviendo en ese mundo imaginario.
Poder proclamarte reina de la alegría, sentir que existe lo mágico cada hora de tus días, oler esencias distintas y diferentes a cada minuto, observar el cielo y ver que no solo es azul y gris, que también es rosa, verde, amarillo, morado, tocar los arcoíris y poder cruzarlos fácilmente como si fueran puentes, recorrer el océano a pie o incluso con una mano, divertirte con los que conoces y con los que no conoces, trabajar feliz y con entusiasmo cada año, recoger una nube del cielo y dibujar en ella tu sonrisa y la de los demás.



Fuera agobios, crueldades, errores, enemigos, familias rotas, catástrofes, fuera. Que se petara el volcán de la malicia en diminutos trozos, y recoger esos trozos y hacer con ellos muñecos de porcelana.
Y cuando estás metida hasta el fondo en tus sueños, vuelve a despertarte algo, vuelves a saber que todo lo que ha vivido tu segundo yo solo son patrañas.
Después de tantas fantasías te ves obligada en comenzar a pensar si esto te lleva a alguna parte o no, si esta creación tuya te puede llevar hasta la depresión o si directamente tienes que dejar tus mitos de ficción en el pasado.
Pero... y aparte de todo ese ingenio tuyo... ¿qué más has hecho? Nada. Solo has imitado estar soñando.
Es cierto no eres un soñador. ¿Cómo lo sé? es fácil, un soñador vive y lucha por su deseo, cree y sabe que puede hacerse realidad, y si tú quieres y me acompañas puedes visualizar que tu felicidad también puede ser real.

Quizás no puedas pintar en una nube tu sonrisa pero si puedes dibujarla en el corazón de la gente, incluso puedes gravarla y sellarla. quizás no exista el título de reina de la alegría, pero si podrías presentarte a miss simpatía y seguro que hacías estallar las votaciones, quizás no puedas cruzar arcoíris pero puedes trabajar como pintautora de puentes y hacer que algo que solo sirva para cruzar un río, un océano... se convierta en cruzar un trozo de mundo mágico, un trozo de ese mundo mágico que siempre estará encerrado en tu mente.
Porque la ficción y la realidad van juntas en el mismo viaje…
¿Qué viaje? El de tu vida.

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