martes, 6 de julio de 2010


Esos días en los que quieres aferrarte a un cuaderno y escribir hasta que la noche caiga, hasta que la luna te arrope y te saque a la fuerza ese cuaderno, ese cuaderno que es tu corazón escrito, ese corazón que pide auxilio y lo único que tiene para arroparse son unas hojas que el fuego puede quemar. Ese corazón que sabe que las hojas pueden prender, perderse,romperse,mojarse y mil cosas más, pero no importa porque el papel calla, y vivo o muerto no te defrauda. Por eso, por eso le cojes cariño a tantos papeles a los que les has llorado, y con tus lágrimas has ahogado esos papeles, pero su función era vivir y morir por ti, para ayudarte, para explicarte. Por esa razón odias despegarte de ese cuaderno.
Da igual que llegue la noche y sus locuras, da igual si hay oscuridad o penumbras, que importa si hay lluvia o tormenta, que más da si hay terremotos o uracanes, tu tienes el corazón escrito en tus manos y no te hace falta más; porque lo demás esta de más.
El alrededor no es tu amigo ni compañero, lo que te rodea no es tu futuro ni tu camino.Tienes la mirada fija en donde la tienes que tener y alrededor no hay nada más que sean tus palabras.
Puedes estar horas escribiendo,alimentandote de simples hojas,durmiendo entre folios, soñando con ellos, pero esque la confianza y privacidad te la muestran en cada letra que aportas en ellos. Les haces feliz, llenas su vida con colores e historias, cuentos tristes y alegres, los llenas de realidad.
Y así es como no caes, firmando palabras selladas que son tu garganta, una boca sorda que nunca nunca dirá ni hablará de tus penas cerradas.

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