Aquí me encuentro en el mismo cuarto en el que he vivido tristezas, locuras, placeres, desilusiones y alegrías.
Aquí me encuentro pero siempre un poco más fuerte.
Puertas que se cierran, mundos nuevos que descubrir cada día, esa es mi frase. Sentir la agonía irritante cuando sientes que no encuentras la salida, cuando caminas y crees que cada calle te pone mil esquinas para bloquear tu destino, ilusiones que se van, pero nunca la esperanza.
A lo largo de mi corta vida he pecado de tener un alma rendida, siempre mordiendo esa manzana prohibida, vagando sin metas claras, eso me cerró mil puertas que a día de hoy no quiero ni abrir por la sencilla razón de que encantan las ventanas, porque noto como se abren de par en par, haciendo más ameno mi paso, dejando que mis pies anden firmes. Las ventanas nunca ocultan nada, lo que ves es lo que hay, transparencia pura.
Salir de mi bola de cristal me hace comprender que no todo es igual a todo, que un nunca siempre puede tener excepciones y que la vida tiene carreteras y calles, señales, semáforos y pasos de cebra que todos nos hemos saltado en varias ocasiones; y la vida en si es lo mismo a un mundo, vivir es romper leyes, vivir es destacar de lo normal y arriesgar cuando los demás sientan sus penas en un banco.
Estrellarte aún habiendo intentado lo imposible y levantar la cabeza con una sonrisa reflejada en tu cara, solo por el simple echo de intentarlo.
Es probar una nueva experiencia, con el corazón entre los dientes, una adrenalina excitante que te marea y te atrae a lo prohibido.
Las reglas están echas para romperlas, la vida... para vivirla.
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